Había una vez, en un país muy, muy lejano, una niña de ojos brillantes y vivos que le gustaba escuchar cómo hablaba la gente, se fijaba hasta en el más mínimo detalle, deseaba saber cómo y qué sentían las personas en cada
momento, qué significado daban a sus palabras... Sin embargo, de su boca tan sólo nacía un inmenso silencio. La niña de ojos brillantes moría por hablar,
moría por expresar, por decir, por contar, ... abría sus labios, cerraba los ojos con fuerza y nada, ningún sonido aparecía, todos sus intentos eran en vano.Lo que no sabía la niña es que sus ojos, esos ojos tan y tan brillantes y tan llenos de vida, hablaban desde lo más profundo de su ser, lo decían todo sin decir nada.
En primer lugar, quiero decir que es la primera vez que hago un libro abierto, hay mucho fallos, pero poco a poco iré aprendiendo más.
El viernes por la noche celebramos el cumpleaños de mi amiga Cristina. Ese día estaba feliz, rodeada de mucha gente que la quiere muchísimo y que la ha apoyado en los mejores y los peores momentos de su vida. Ha luchado mucho y sigue luchando por lograr sus sueños, esta vez se harán realidad.
Su marido me pidió que pusiera una cajita en la tarta, así podría regalarle un anillo precioso escondido dentro. La caja es lo único no comestible, le forré la base con papel de cocina para que no estuviera en contacto directo con la tarta y la pegué con glasa real.
La tarta está hecha con dos bizcochos de yogurt de Toffe, bañados con almíbar con esencia de frambuesa y rellenos de ganaché de chocolate negro (500 de nata 35% M.G. y 500 de chocolate de cobertura). El fondant es de nubes.
Los detalles con glasa real teñida (las flores no, son compradas).
Los colorantes en pasta y en polvo.
Os pongo algunas fotografías más.